DIOS, MI REFUGIO (PARTE V)

Estamos en Edificada en Cristo, en el episodio anterior hemos visto la autoridad, el poder de Dios, su Juicio, y cada vez encontramos más seguridad y estabilidad en Él, es lo que estamos aprendiendo en el Salmo 46. Hoy estaremos en los versículos finales, no dejes de leer este salmo una y otra vez.

Salmo 46:8-9

8 Vengan, contemplen las obras del Señor,
Que ha hecho asolamientos en la tierra;
9 Que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra;
Quiebra el arco, parte la lanza,
Y quema los carros en el fuego.

 

GRANDES MARAVILLAS

Vengan, contemplen, tenemos una invitación a contemplar, a realmente poner atención, ¿en que cosas? Las obras del Señor, las que son poderosas, asombrosas, puedes ver a través de toda la Biblia estas historias que cortan el aliento, en que uno se maravilla, aquí en este texto se refiere a destrucción de ejércitos enemigos.

¿Recuerdas que dijimos que había un enemigo, tal vez el ejército de Asiria, viniendo en contra de Jerusalén? El pueblo de Israel, la gente de Judá, no habrían tenido forma de escapar, ninguna forma para enfrentar esto. Ellos habrían sido aniquilados si Dios no hubiera intervenido sobrenaturalmente. Recuerden que esta es una forma del juicio de Dios contra los que se rebelan ante Su autoridad.

Lo que debemos contemplar son las obras de Dios, en el versículo 8 dice que Dios hace asolamientos, o sea destruye, por un lado, y por otro salva o libera a Su pueblo, en el versículo 9 podemos ver cómo hace “cesar las guerras”, en otras palabras, por un lado, contemplaremos asolamientos y por otra salvación.

La palabra asolamiento da la idea de ruina, consternación, desolación, horror, así que son cosas realmente terribles, son actos de la justicia de Dios, y a la vez su protección especial por Su pueblo debido a que sus propósitos no pueden dejar de cumplirse en la tierra.

Los enemigos trataron de desolar a Jerusalén, y Dios dice: «No, no, no, no. Voy a proteger a Jerusalén, mi pueblo, mi ciudad, y te voy a desolar a ti.  Te voy a traer a la destrucción. En este pasaje se nos insta a observar cuidadosamente los efectos del juicio de Dios. Las desolaciones sobre la tierra deben traer a todo el mundo a quedarse asombrados delante de Dios. Ese es el propósito de las desolaciones.

Todos los que se oponen a Dios deben de estar aterrados cuando vean sus actos increíbles de desolación en este mundo, al darse cuenta de lo que les espera si continúan en su curso y no se arrepienten. Al mismo tiempo que el mundo está siendo aterrado, conforme vean los actos de Dios, los actos desoladores de Dios, los que confían en Dios deben de animarse y no temer a las fuerzas más feroces que están formándose en contra del pueblo de Dios, porque saben que en Su tiempo y a Su manera aquellos que se le oponen no van a permanecer; van a ser destruidos.

Veamos algunos ejemplos de estos eventos detallados en la Biblia.

A) La Liberación de Israel de Egipto

Israel había sido esclavo por 400 años. ¿Qué usó Dios como parte del proceso de liberación para sacar a los israelitas de Egipto? Él Trajo las plagas—una desolación que devastó la tierra y al pueblo de Egipto.

Éxodo 12:29-30 Y sucedió que a la medianoche, el SEÑOR hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sentaba sobre su trono, hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo primogénito del ganado. Y se levantó Faraón en la noche, él con todos sus siervos y todos los egipcios; y hubo gran clamor en Egipto, porque no había hogar donde no hubiera alguien muerto.

¡Horrible! Pero esa desolación era parte del proceso de Dios, mostrándose a Sí mismo siendo justo y santo y el libertador de Su pueblo. Dios habría librado a los egipcios si se hubieran arrepentido y vuelto hacia Él, pero ellos no lo hicieron. En consecuencia, los egipcios segaron destrucción para ellos y liberación para el pueblo de Dios.

B) La liberación de Judá en los tiempos de Ezequías 2 Reyes 18-19

Tenemos al rey de Asiria asediando a Judá, Ezequías era el rey en ese momento. Este mismo rey de Asiria había llevado cautivo a Israel, como castigo de Dios hacia Israel por su desobediencia, sin embargo, en su orgullo, el rey de Asiria también quiso someter a Judá, pero Dios mismo se lo impidió, aún no era el momento de Judá, porque nadie puede contra el Señor, Él gobierna, él tiene propósitos y planes y también aplica sus juicios a sus hijos a causa de la desobediencia, esto fue, lo que le paso a Israel.

Sin embargo, por un lado, vemos a Dios defendiendo a Judá,

2 Reyes 19: 34 “Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a Mí mismo y por amor a Mi siervo David”».

Y, por otro lado, juzgando la soberbia del rey de Asiria

2 Reyes 19:35-37 Aconteció que aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió a 185,000 en el campamento de los asirios. Cuando los demás se levantaron por la mañana, vieron que todos eran cadáveres. 36 Senaquerib, rey de Asiria, salió y regresó a su tierra, y habitó en Nínive. 37 Y mientras él adoraba en la casa de su dios Nisroc, Adramelec y Sarezer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Esar Hadón reinó en su lugar.

Dios actuando con justicia y salvación, Dios es grande, Él tiene todo en su mano y Su Señorío, no hay nada que lo sorprenda.

Desde nuestra mirada terrenal son eventos difíciles de entender y hasta nos atrevemos a cuestionarlos, en realidad nuestra mente finita no logra dimensionar a un Dios infinito.

Entonces se nos plantea una disyuntiva, ¿es o fue Dios cruel o caprichoso? Para entender esto hay que entender la justicia de Dios y su ira.

Los conceptos de Dios en cuanto a la justicia y la ira son bien distintos al estándar humano, consideremos algunas ideas teológicas que ayudan a entender este punto, de acuerdo a algunos comentaristas:

  1. La justicia de Dios

La justicia de Dios es el estándar de Dios respecto a lo correcto y verdadero.

Cuando se habla de la justicia de Dios en la Biblia, se hace en el contexto de su gobierno y reinado como rey y juez sobre su creación (Sal 97:2; Hch 17:31). Como juez, Dios no solo actúa de acuerdo a lo que se considera correcto; su voluntad revelada también servirá como el estándar más elevado de lo que es correcto (Gn 18:25; Dt 32:4). Tomadas conjuntamente, la voluntad revelada de Dios y los actos de Dios a favor de su pueblo nunca se contradicen entre sí.

Debido a que Dios es justo (el estándar de lo que es correcto), el atributo de Dios de la santidad está en perfecta armonía con su disposición misericordiosa y sus acciones a favor de un pueblo que no la merece. Lo que parece paradójico o incluso absurdo para los seres humanos finitos encuentra coherencia en la justicia de un Dios eterno. También se convierte en el estándar de justicia revelado por el cual juzgamos nuestra propia conducta.[1]

2. La ira de Dios

La ira de Dios es su indignación ante el pecado, su repulsión al mal y todo lo que se opone a él, su disgusto por ello y la demostración de ese desagrado. Es su resistencia apasionada a cada voluntad que se pone en su contra.

La ira no es un atributo eterno de Dios, como sí lo son el amor y la santidad. Es su reacción en el tiempo al fenómeno del pecado. Además, la ira no es natural para Dios, como sí lo es la misericordia. Dios es “lento para la ira”, tal como declara repetidamente el Antiguo Testamento, mientras que se deleita en mostrar misericordia (Sal 103:8). Los padres que tienen que disciplinar a sus hijos entienden esto.

La ira de Dios no debe verse como algo opuesto a su amor, sino como una manifestación de ese amor. Lo opuesto a la ira no es el amor sino la indiferencia. El mandato de Pablo en Romanos 12:9 de que el amor sea “sin fingimiento” va seguido del mandato de aborrecer lo malo. Un marido que amara a su esposa sentiría una ira celosa ante su infidelidad. La falta de odio hacia lo malo implica una deficiencia en el amor. Un “Dios” que no detestara el mal no sería digno de nuestra adoración, y de hecho no sería amoroso en el sentido en que la Biblia describe su amor.[2]

Gente inconversa usa esto en contra de Dios: «¿Cómo puede Dios hacer esto?» Dios lo está haciendo porque es un Dios de misericordia y justicia, un Dios de amor y gracia, pero un Dios  que no puede ser burlado. El juicio y la salvación, los dos, vienen de nuestro Dios.

Las desolaciones por sí solas, sin un contexto, te pueden volver en contra de Dios, pueden hacerte una persona amargada. Pero una vez que puedes ver que las desolaciones son parte de la manera que Dios usa para que las guerras cesen, es decir, para traer salvación, entonces puedes bendecir al Señor, y puedes llegar a ver aún esas desolaciones como una bendición.

Aún más, los horrendos acontecimientos de Jesucristo en la cruz, donde Dios puso a Su Hijo en una cruz romana y derramó sobre Su Hijo amado la ira y el juicio que nosotros merecíamos. Tan grande fue esa desolación que al mediodía, de ese día, el sol rehusó a brillar y el día se volvió oscuridad.

Al final de ese día, un gran terremoto hizo temblar las rocas, abrió las tumba. Pero como resultado del gran dolor del Padre, hay paz para la humanidad, libertad del pecado.

Hebreos 2:14-15 Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida.

¿Eres libre de la esclavitud del pecado? Si tu respuesta es afirmativa, entonces asómbrate, maravíllate con las obras de Dios, vive plenamente las bendiciones de Dios, y también mientras estés en la tribulación, ten la seguridad de que Él está obrando para tu salvación, para tu santidad, para tu bienestar en la eternidad, porque el Señor es grande, poderoso, Rey de Reyes, Señor de Señores, y hace todo según Su voluntad.

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EXALTAR A DIOS

Enfoquémonos ahora en los últimos versículos

Salmo 46:10-11 Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; Exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra.11 El Señor de los ejércitos está con nosotros; Nuestro baluarte es el Dios de Jacob. (Selah)

En el versículo 10, en este contexto, la frase: “Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios” es en realidad un mandamiento. Es un mandamiento para aquellos que se han estado resistiendo a Dios y amenazando a Su pueblo. Recordemos que este Salmo fue escrito en un intento de ataque contra Jerusalén. Y les dice ¡Dejen de pelear! ¡Ríndanse! ¡Arrojen sus armas! Es una palabra para el enemigo: “Sepan que Yo Soy Dios”.

La ordenanza Estén quietos… no está en primer lugar dirigido al acusado, sino que es un reproche para un mundo inquieto y turbulento: “¡Silencio!”, de hecho, parece un mandato a otro mar furioso: “¡Paz!” “¡Estad quietos!” Y el final que está a la vista se expresa en términos, no de esperanza de hombres, sino de la Gloria de Dios.

Esa palabra Sepan es para “identificar, admitir, confesar, reconocer” reconocer que “Yo Soy el Dios del universo; tú no eres Dios. Yo Soy Dios. Paren de discutir sobre ello. ¡Cedan, ríndanse!”. ¿Te das cuenta cómo se puede leer esta cita bíblica a los enemigos, a las fuerzas del mal y de la adversidad? ¡Estad quietos! ¡Paren de pelear!

Que los enemigos de Dios, dejen de negar su autoridad y poder, que nosotras como cristianas dejemos de luchar y rebelarnos a los mandamientos y enseñanzas de Dios, “reconozcamos que Dios es Dios y Señor”, glorifiquemos quien es él.

Como dice el versículo “Exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra”. Exaltado es Dios, sobre todo poder o autoridad o pseudo verdad que se levanta, Dios es Dios,  Satanás no puede competir con Dios. Dios dice: “Exaltado seré”.

Nada es más fuerte y grande que Dios:

  • Tus problemas no son más fuertes y más grandes que Dios.
  • Tu esposo no puede luchar contra Dios.
  • Tu adolescente pródigo no puede luchar contra Dios.
  • Tu misma no puedes luchar contra Dios.
  • La autocomplacencia que caracteriza a tu iglesia no es rival para Dios.
  • Las disputas en tu familia no son rival para Dios.
  • Las frustraciones y los males en tu lugar de trabajo no son rivales para Dios.

No existe esclavitud alguna, poder alguno, fuerza alguna, mal alguno, presión alguna que pueda rivalizar o contender con Dios.

Dios dice: “Exaltado seré”. “Exaltado seré entre las naciones; exaltado seré en la tierra”. Ahora bien, puede que quizás todavía no podamos ver a Dios siendo exaltado. Puede que no tengamos la capacidad de ver el resultado excepto por fe, pero puedes confiar en que será cierto.

Estas son grandes y preciosas promesas. Así que ¿cuál debe ser nuestra respuesta? Aquellos que han confiado en Él como nuestro refugio, aquellos que hemos clamado a Él por auxilio, y aquellos que hemos experimentado Su liberación, por fe y nada más que por fe, triunfantes y gozosas cantamos una vez más el estribillo:

“El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob”. ¡Repitan conmigo!

“El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob”. Amen

Dios es mi refugio, ¿es el tuyo también? El llamado de Dios es a vivir plenamente sus verdades, dejando de lado nuestros propios deseos, prejuicios y complejos para así exaltarlo sin cargas y libres del pecado.

Síguenos en el siguiente programa para ser Edificada en Cristo

Tony Lane, «Ira de Dios», en Sumario Teológico Lexham, ed. Mark Ward et al. (Bellingham, WA: Lexham Press, 2018).

(Tomado de Nancy Leigh DeMoss, 3 al 13 julio 2017, transcripción de radio. www.AvivaNuestrosCorazones.com)

[1] J. Owen Carroll, «Justicia de Dios», en Sumario Teológico Lexham, ed. Mark Ward et al. (Bellingham, WA: Lexham Press, 2018).

[2] J. Owen Carroll, «Justicia de Dios», en Sumario Teológico Lexham, ed. Mark Ward et al. (Bellingham, WA: Lexham Press, 2018).

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