UN MUNDO QUE SE TAMBALEA (PARTE IV)

Estamos en Edificada en Cristo.

En la sesión anterior vimos como estar arraigadas en la iglesia frente a un mundo que se tambalea, nosotras podemos encontrar seguridad en la Iglesia de Dios, para vivir el cristianismo juntas, hoy aprenderemos a estar arraigadas en la Palabra de Dios.

ARRAIGADAS EN LA PALABRA DE DIOS

Las cristianas necesitamos la Palabra de Dios, necesitamos leerla, sumergirnos en ella y por supuesto vivirla. El Salmista David reconoce y describe muy bien lo que es la Palabra de Dios

 

Salmo 19: 7-8 La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma;

El testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo.

Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón;

El mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos.

¿Cómo es la Palabra de Dios? Es perfecta, es segura, es recta, es pura, quiero agregar que también es sana, como dice Tito 1: 9.

¿Qué hace la Palabra de Dios? Restaura el alma, hace sabio al sencillo, alegra el corazón.

Entonces necesitamos estar ancladas a esta Palabra para recibir estas bendiciones, podemos  ser mujeres de la Palabra, buscarla y tener un anhelo por ella como lo expresa el Salmo 119.

Salmo 119: 15-16 Meditaré en Tus preceptos, Y consideraré Tus caminos. Me deleitaré en Tus estatutos, Y no olvidaré Tu palabra.

Quiero manifestar aquí que este anhelo requiere un esfuerzo, una intencionalidad, perseverar, requiere apartar tiempo, no como algo más que hacer sino como una necesidad que hay que satisfacer, es pasar un tiempo con Dios.

Recordemos que mientras el mundo se tambalea, la Palabra de Dios es un ancla segura y para estar ancladas a la Palabra de Dios, con raíces bien firmes, tenemos que tener un corazón correcto.

Vamos a empezar por lo que Dios trata de conseguir a través de Su Palabra. Él no reveló Su Palabra para que tú pases un examen, una prueba teológica. Muchos creen que ser un cristiano fiel es saber intelectualmente la Palabra de Dios, conocer todas las doctrinas de la Biblia, esto no significa que la doctrina no sea importante. Las malas ideas o no tener la doctrina clara tiene consecuencias en cómo vivimos. Pero lo que Dios quiere conseguir es atraernos a la belleza de Su Palabra, porque Él quiere nuestros corazones, Él quiere tu corazón.

Salomón lo expreso muy bien cuando bendijo a Israel en la dedicación del templo

1 Reyes 8:61 Estén, pues, los corazones de ustedes enteramente dedicados al Señor nuestro Dios, para que andemos en Sus estatutos y guardemos Sus mandamientos, como en este día».

El corazón y las motivaciones que tenemos para ir a Dios son las que importan, por eso vamos a tratar de identificar aquí el tipo de corazón que tenemos frente a la enseñanza de Dios a través de la “Parábola del sembrador” (Vamos a leer).

Lucas 8: 4-8 Habiéndose congregado una gran multitud y los que de varias ciudades acudían a Jesús, entonces les habló por medio de una parábola: 5 «El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrarla, una parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron. 6 Otra parte cayó sobre la roca, y tan pronto como creció, se secó, porque no tenía humedad. 7 Otra parte cayó en medio de los espinos; y los espinos, al crecer con ella, la ahogaron. 8 Y otra parte cayó en tierra buena, y creció y produjo una cosecha a ciento por uno». Al hablar estas cosas, Jesús exclamaba: «El que tiene oídos para oír, que oiga».

Mientras lees la Biblia es útil preguntarse ¿a quién fue dirigida la enseñanza? El versículo 4 dice que había una gran multitud. Aquí Jesús le está enseñando a una audiencia mixta; había líderes religiosos, antagonistas a su ministerio, sus discípulos estaban ahí, también algunos curiosos preguntándose sobre quién era este Jesús.

Generalmente, al leer las parábolas nos quedan bastantes dudas de su significado, sin embargo, más adelante en el texto podemos leer la explicación de Jesús mismo.

En esta parábola del sembrador la explicación la encontramos en Lucas 8 del versículo 9 en adelante.

Lucas 8: 9 Sus discípulos le preguntaban qué quería decir esta parábola, 10 y Él respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de Dios, pero a los demás les hablo en parábolas, para que viendo, no vean; y oyendo, no entiendan.

El versículo 10 hace referencia a 

Isaías 6: 9-10 Y Él dijo:«Ve, y dile a este pueblo: “Escuchen bien, pero no entiendan; Miren bien, pero no comprendan”. 10 Haz insensible el corazón de este pueblo, Endurece sus oídos, Y nubla sus ojos, No sea que vea con sus ojos, Y oiga con sus oídos, Y entienda con su corazón, Y se arrepienta y sea curado».

Dios les está diciendo que ellos no están viendo ni están escuchando porque sus corazones están endurecidos por su religiosidad. Él les está diciendo esto porque sus expectativas son primeramente preconcebidas y no van a poder ver ni entender. Este es el poder de una parábola. Te fuerza a ir por las reglas de Dios y no por las tuyas.

Jesús no está aquí para entretenernos. Jesús y Su Palabra no se nos dan para satisfacer nuestros deseos, sino que nos invita a aprender sobre Sus deseos.

Recordemos que Dios quiere nuestro corazón, y esta parábola reta a la audiencia, les pregunta, ¿por qué vinieron a verme? En esa multitud había mucha gente con distintas expectativas. Algunos vinieron para llenar sus aspiraciones políticas —pensaban que de alguna manera Él derrocaría el gobierno. Pero en vez de derrocar al gobierno, Él viene y les cuenta una historia, una historia que ellos necesitaban escuchar, pero que no esperaban.

Otros estaban ahí porque oyeron de los milagros que Él hacía, deseando recibir un milagro ellos mismos. Pero en vez del milagro, Él les da una historia. Sabes, cada uno de nosotros viene a este momento con deseos diversos, y es tan importante que no impongamos nuestros deseos sobre Él, sino que permitamos que Su Palabra nos informe cuál debe ser nuestro deseo.

Tienes que leer de manera fiel la Palabra de Dios, y recibir lo que Él te quiere enseñar a través de Su Palabra, para que puedas ver el mundo cómo Dios quiere que lo veas.

Tenemos que ver cómo Él se presenta, para que nos veamos a través de Sus ojos, de manera que podamos ver el resto del mundo correctamente. Yo uso estos lentes porque necesito ver correctamente; y Jesús nos invita a Su Palabra porque Su Palabra es como lentes correctivos, nos da la visión correcta porque nuestra visión está oscurecida por el pecado. Cuándo vemos con los lentes de Su Palabra, podemos ver claramente.

Cuando vengas a la Palabra de Dios, ven con un corazón enseñable y humilde, listo a recibir lo que Él tiene para ti. No le impongas a Dios tus expectativas, sé humilde al recibir de Él.

Volviendo a Lucas 8:8 (leemos) «El que tiene oídos para oír, que oiga». En hebreo es El shema (escucha, oh Israel).

Cuando Él dice: «aquel que tiene oídos para oír que oiga», no simplemente está diciendo, escucha. Él dice, pon atención, ten un corazón listo para responder, es decir, obedecer a lo que se te está diciendo.

(Para más información ver https://www.youtube.com/watch?v=pkGvJWE_sDk )

En esta parábola, más adelante en el texto, hay cuatro tipos de terrenos, y Jesús a través de Su enseñanza está dividiendo a la multitud. La Palabra de Dios divide la multitud, siempre revela quién es quién.

El primer suelo es un camino muy circulado, muy transitado. No hay plantas, no hay nada ahí, es muy liso. Y ahí cae la Palabra de Dios. La semilla cae y no puede echar raíces. En el versículo 12 dice: «Aquellos a lo largo del camino son los que han oído, pero después viene el diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven».

El segundo terreno es rocoso. Quizás en los bordes, en las orillas del camino. Imagínate que en las orillas del camino hay piedras y ahí caen las semillas y echan un poco de raíz. Pero el calor y el sol las elimina. El versículo 13(a): «Aquellos sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo; pero no tienen raíz profunda; creen por algún tiempo, y en el momento de la tentación sucumben…»

El tercer suelo es un buen suelo. Sin embargo, había competencia y la competencia en ese suelo eran los espinos. Y a medida que la semilla crecía, los espinos estaban ahogando las semillas. El versículo 13b «… La semilla que cayó entre los espinos, son los que han oído, y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura». Hasta ahora ninguno de estos tres terrenos ha servido.

Y el cuarto suelo es el que la Palabra identifica como buen terreno, buen suelo. Ahí la semilla cae y produce al cien por ciento. En el versículo 15 dice: «Pero la semilla en la tierra buena, son los que han oído la palabra con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia».

Cabe preguntarnos ¿qué tipo de suelo eres tú? ¿Qué tipo de suelo es tu corazón? ¿El Primero? ¿El corazón duro, el corazón que no recibe, el corazón que rechaza, el corazón que está tan amargado, tan herido, tan dañado, que no puede ni siquiera recibir la esperanza y la verdad que se le está dando en Cristo?

¿O el segundo corazón? Que es un corazón superficial, que recibe la Palabra rápidamente, pero entonces se va en cuanto viene la primera prueba, el primer problema inesperado. Debemos ser conscientes que mientras estemos en este mundo va a haber dolor; pero cuando ponemos nuestra confianza en Cristo, Él está con nosotros en medio del dolor. Él es Emmanuel, Dios con nosotros. ¿Qué tipo de suelo, qué tipo de corazón eres tú?

¿O eres el tercer corazón? Que es un corazón dividido, es un corazón que recibe la Palabra con deseo. La persona se bautiza y profesa a Cristo, pero entonces las preocupaciones de este mundo empiezan a filtrarse, donde la inconstancia es la regla. En el versículo 14 dice: «son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida».

¿O te identificas con el cuarto corazón? Que es el buen corazón. ¿Cómo sabemos que nuestro corazón es el bueno? Por qué produce frutos viviendo la Palabra. Jesús no quiere que seamos oidores, simplemente, Él quiere que hagamos la Palabra. Esa es la imagen del buen corazón.

Hermana, es necesario examinarnos y preguntarnos ¿Qué tipo de suelo, qué tipo de corazón tengo?

El Señor quiere nuestro corazón, por lo tanto, es solo cuando tenemos un nuevo corazón que vamos a poder recibir la Palabra de Dios y evidenciarlo porque hacemos la obra de Dios. Gracias sean dadas a Dios que Él ofrece el trasplante de corazón. Tú no puedes purificar tu propio corazón. No puedes cambiar tu corazón, pero Cristo fue a esa cruz para pagar tu pecado de manera que tú puedas tener un nuevo corazón.

Ezequiel 36:26 «Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne».

Él nos dará nuevos corazones de carne por nuestros corazones de piedra, cuando pongamos nuestra fe y confianza en Él, por la sangre de Cristo hemos sido sanadas y fuimos a las aguas del Bautismo para participar de Su muerte y resurrección.

Si ya eres cristiana y piensas que tu corazón se ha vuelto insensible, vuelve a Dios en arrepentimiento y Dios te perdonará y restaurara tu fe y tu vida. Habla con hermanas fieles y maduras que te ayuden a restaurar tu corazón.

En un mundo que se tambalea necesitamos estar arraigados en la Palabra de Dios.

Si tienes dudas acerca del origen de la Biblia o acerca de la Salvación te invito a visitar www.edificandonos.com o su canal de YouTube.

Síguenos en el siguiente episodio para ser Edificada en Cristo.

Tomado (y adaptado) de Nancy Leigh DeMoss, junio 24 a julio 11, 2022, transcripción de radio. www.AvivaNuestrosCorazones.com

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